lunes, 1 de noviembre de 2010

Valencia: huecos y basura


El Carabobeño 01/11/2010
¡Hasta cuándo!
Valencia: huecos y basura

Pablo Aure

Valencia se hunde cada día más. Los huecos brotan por todas partes. El Metro, paralizado desde hace más de un año, ha convertido la avenida Bolívar en un caos total. Ya no existe esa importante arteria vial. Los comerciantes, los transeúntes, todo el mundo está desesperado por las condiciones en que se encuentran la Av. Bolívar y toda Valencia. No hay dudas: la suprema responsabilidad recae en el burgomaestre, que ha mostrado la mayor incompetencia en el cargo. Nunca antes habíamos estado así. Prácticamente se está haciendo indispensable conducir un rústico para poder sortear el calamitoso estado de nuestras calles. Las intenciones del alcalde y de su equipo deben ser otras muy distintas a las de gobernar y embellecer una ciudad. De paso, es hipersensible y monta en cólera cuando le cantan las verdades. Se convierte en acusador cuando denuncian los negocios que se tejen en sus narices, pero no se inmuta cuando ve destruirse lo que fue una ciudad modelo. Desde luego, parece ser una constante de los gobiernos que abrazan la ideología comunista: suciedad y deterioro. Un pavosísimo estigma que prácticamente imponen los que tienen esa visión personalista y autocrática de gobernar. Si no, veámonos en el espejo de La Habana.

Su emblema es la ineficiencia.-

La ineficiencia del alcalde ha hecho que ni en el norte ni en el sur tengan buen concepto de su gestión. Paradójicamente dice ser un alcalde revolucionario y practicar el socialismo con eficiencia, pero las críticas se escuchan mucho más fuertes, precisamente en los sectores populares, o sea, los que supuestamente son revolucionarios.

El cuadro de calamidades que ahogan a los valencianos ha provocado que muchos se planteen la posibilidad de revocarle el mandato al alcalde Edgardo Parra. Antonio Ecarri lo expresó públicamente, también Rafael García Marvez; lo analizó Edgar Núñez y lo hemos hablado con Fernando Facchin. Muchos columnistas, políticos y estudiosos del Derecho han considerado el tema. El diputado Miguel Cocchiola hace varios meses le pidió la renuncia para evitar que siguiera destruyendo a Valencia. No le falta razón, pues por el camino que vamos Valencia será convertida en el barrio más grande de Venezuela. ¡Qué desgracia! el alcalde de Valencia no conoce el verbo construir; su verbo rector es destruir.

Los revolucionarios se guindan con pasión.-

El año pasado, cuando se discutía el presupuesto de Valencia para este año 2010, quien en mala hora es nuestro alcalde no tuvo una mejor idea sino la de proponer una disminución que denominó "ajuste" de 5% por la vía Fides, lo que equivalía a 8 millones 500 mil bolívares fuertes; y otra reducción de 12%, representados en 10 millones 800 mil bolívares fuertes, por LAEE, para adjudicárselos a otros municipios del estado Carabobo. O sea, pidió que a Valencia se le redujera en un 17% su presupuesto. Me imagino que sus asesores le recomendaron que ese monto recortado no sería necesario para actuar con su característica "eficiencia" revolucionaria.

Es muy probable que lo que el alcalde quiso hacer fue darle un mensaje a su comandante presidente que en ese momento hablaba con insistencia de ajustar los gastos y obligar a las instituciones a disminuir su presupuesto. Así fue como a todas las instituciones del Estado se les obligó a reducir el presupuesto.

Hoy los valencianos sufrimos parte de las consecuencias de aquella guindada revolucionaria.

Lo positivo y lo negativo del revocatorio.-


Lo positivo es sacar de la alcaldía a alguien que no ha sabido hacerlo bien en beneficio de los valencianos. Muchos pensarán: "muerto el perro se acaba la rabia". Pero en el caso de nuestra Constitución y las leyes la figura del revocatorio no necesariamente es así. Tal y como lo consagra el ordenamiento jurídico, la revocatoria de Parra en lo particular sería una lección en contra de su ineficiencia, pero, en lugar de provocar una salida positiva para los valencianos, podría ser igual o peor. Me explico: al revocársele el mandato asumiría el cargo un concejal designado por la cámara municipal. El pueblo no elegirá al sustituto. Serán los concejales quienes se encarguen de la sucesión. No creo que, a decir verdad, el remedio sea peor que la enfermedad. Pero en todo caso, pienso que ese no es el remedio que los valencianos estaríamos esperando.

Quizá a los concejales, por razones obvias, les entusiasme la idea de revocarle el mandato al peor alcalde que ha tenido Valencia, pero, repito, nada garantiza que las cosas irían a mejorar con el sustituto que nombre el Concejo Municipal.

Inmunidad parlamentaria

Se habla y se habla de la inmunidad de la cual gozan los diputados a la Asamblea Nacional. En el pasado, durante la desacreditada IV República, funcionaba la garantía de la inmunidad, que se respetaba sin importar el prontuario de la persona electa. Sin revisar qué clase de delito hubiera cometido. No importaba si había sido un secuestrador o un homicida, un ladrón o estafador. En aquella época se respetaban los alcances de la figura de inmunidad. De hecho, muchos de los que hoy ocupan altos cargos se beneficiaron de la seriedad institucional del puntofijismo. Ladrones, homicidas y secuestradores salieron de sus celdas a ocupar una curul en el Congreso Nacional. A los que ayer delinquían y hoy son flamantes funcionarios públicos de cuello rojo sí se les respetaban sus derechos constitucionales.

No hablo de protestas, de tropezones con policías, o de expedientes elaborados por el gobierno para simular delitos -que es lo que padecen en la actualidad los diputados electos pero presos en sus casas y a la espera del 5 de enero para que puedan salir en libertad y "gozar" de su inmunidad parlamentaria consagrada en el artículo 200 constitucional-.

Si bien es cierto que la CRBV establece que "Los diputados o diputadas a la Asamblea Nacional gozarán de inmunidad en el ejercicio de sus funciones desde su proclamación hasta la conclusión de su mandato o la renuncia del mismo", al sumiso Tribunal Supremo de Justicia se le ocurrió interpretar que como todavía no estaban en sus funciones, no tienen inmunidad. Ese no es el espíritu de la norma ya que el constituyente lo que quiso fue ratificar un principio universal de proteger a los parlamentarios para no ser coaccionados a la hora de hacer denuncias y enfrentarse a los monstruos que algunas veces pueden representar los factores de poder, bien sea político, económico o militar; y máxime que esos monstruos en la Venezuela de hoy tienen la misma chaqueta y gorra rojas rojitas.

Sería un absurdo siquiera suponer que los diputados electos el 26-S tienen que esperar hasta el 5 de enero para denunciar corrupción sin temor a represalias. Es más, de acuerdo a ese estrecho y revolucionario criterio del TSJ nos imaginamos entonces que una patrulla de la policía del Estado, o del Ejército, el día 5 de enero trasladará a los diputados privados de su libertad hasta la Asamblea Nacional, y los depositarán allá; y una vez se sienten en sus curules, pues entonces, a partir de allí, tendrán inmunidad. Vaya mediocridad y maldad revolucionaria disfrazada de justicia.

pabloaure@hastacuando.com

@pabloaure

pabloaure.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario