lunes, 14 de febrero de 2011

Reforma universitaria


El Carabobeño 14/02/2011
¡Hasta cuándo!
La reforma universitaria
debemos hacerla nosotros,
no otros
Pablo Aure

Después del veto presidencial a la Ley de Educación Universitaria, que, a nuestro juicio, no fue otra cosa que un recule táctico del Ejecutivo en sus inocultables intenciones de ponerle la mano a las universidades para convertirlas en batallones del proceso, el oficialismo sigue haciendo esfuerzos para hacer creer que la transformación universitaria debe ser el producto de grandes debates (como si ellos fueran muy amigos de la confrontación y los acuerdos) en que se incorporen todos los sectores del país. Si ese es el verdadero propósito gubernamental, nadie pudiera objetarlo. Pero, no tengo dudas de que muy lejos está eso en los deseos revolucionarios. Que conste: estoy convencido que el gobierno sí quiere transformar nuestras casas de estudios superiores; pero que nadie dude tampoco que, desde la trinchera opuesta al pensamiento único oficialista, también queremos transformarla. El régimen, para hacerlas ingobernables, y, nosotros, para convertirlas en todo lo contrario: instituciones profundamente democráticas, donde las reglas estén claras, para recuperar de ese modo su naturaleza, su razón de ser: "la Casa que vence las sombras" de la barbarie.

Modelo insoportable

Dos visiones muy claras de la Universidad venezolana. La primera, sostenida por los que hoy gobiernan y desarrollada en la Ley vetada que pretendía expropiar el conocimiento y el saber para ponerlos al servicio de una ideología; y, la segunda, que decididamente ha dicho que si bien es cierto que la Universidad amerita honda reforma -debido a que el modelo actual es insoportable-, no es menos cierto que esas transformaciones deben ser para hacerlas más productivas y competitivas, respetando la autonomía y que tengan verdaderas posibilidades de gestionar su financiamiento. Claro que sí. Que sean auditables por funcionarios responsables. Nadie puede oponerse a rendir cuentas cuando se administran bienes ajenos, y menos si son públicos. Yo sí quiero que la Universidad venezolana adopte reformas radicales que las modernice a la altura de los nuevos tiempos. No puedo estar conforme con lo que hoy ocurre dentro de nuestras casas de estudio. Desde luego, han contribuido enormemente con el desarrollo del país, y siguen haciendo inmensos aportes para el bienestar de las comunidades. Ese no es el punto. Lo que ocurre es que hacemos muy poco para lo que en realidad pudiéramos hacer. No basta abrir cada día más las puertas y graduar más gente. La Universidad debe ser el motor constante que día y noche esté produciendo la fuerza motriz del desarrollo y los cambios tecnológicos, todo ello con una gran inspiración y elevada convicción. Y para ello, sin dudas, no hace falta innovar sino copiar modelos ejemplares que sobran de Universidades que nunca se paran y que su gente se muestra orgullosa de pertenecer a ellas.

Nuestra reforma

Es una verdad indiscutible que el presupuesto universitario es alto en relación con su producción, lo cual dice de un pobre rendimiento. Insisto: la lucha es para hacerlas más productivas, pensando en el futuro. Creo que todos debemos coincidir en buscar salidas para que las generaciones que nos relevarán tengan universidades de categoría. Unos y otros sabemos de la crónica crisis presupuestaria que las afecta. Desde hace varios años el gobierno aprueba lo que le da la gana, siempre muy por debajo de las exigencias de la institución, y eso lógicamente nos amarra aún más y nos obliga a concentrar el esfuerzo en cómo sobrevivir. No quiero hacer comparaciones, ni sacar cuentas de, por ejemplo, cuánto le ha ingresado al país por renta petrolera, o cuánto se gasta en aparatos militares y cuánto se ha dado a las universidades. Pero, tampoco ése es el punto medular que hoy quiero abordar. La transformación de la Universidad no depende ni de Chávez ni de ningún otro gobierno. Depende de nosotros mismos, de los universitarios, entendiendo que la Universidad va mucho más allá de las simpatías de izquierda o de derecha, de ser rojos o incoloros. La Universidad venezolana ha crecido y se ha alimentado con el populismo y con mucha comodidad. Eso las ha envenenado. Repito, para que no se entienda algo incorrecto: la Universidad ha hecho muchísimas cosas buenas, pero no ha sido suficiente. Creo que debemos hacer mucho más. Estoy convencido de que la Universidad si amerita de una verdadera revolución. Hay muchos vicios, y para corregirlos necesitamos ponernos de acuerdo todos los que apostamos a una Universidad moderna y comprometida con el país, dispuestos a corregir los errores que reconocemos. Desde hace tiempo, dentro de ellas hemos alimentado un monstruo por hacer cómputos electorales. Jugamos al cálculo: no ponemos correctivos para que no nos pasen factura en elecciones futuras. Creo que ha llegado el momento de renunciar a ese populismo si queremos salvar la institución. Es más, estoy convencido de que la inmensa mayoría de los que verdaderamente sienten lo que hoy digo, estarían de nuestro lado para ponerle freno de una vez por todas a los desafueros en nuestras casas de estudio. Tenemos una visión muy egoísta: reclamamos y pedimos lo que nos debe dar la Universidad, pero, con algunas valiosas excepciones, no pensamos en lo que ella requiere de nosotros para mejorarla.

Adentro, y no afuera, está la solución

Nuestros errores han sido el arma del gobierno para tratarnos como mendigos cada día más empobrecidos. Los estudiantes saben que necesitamos transformarnos, pero no como quiere el gobierno. Ellos quieren libertad para actuar, para pensar y para elegir qué estudiar. Por eso prefieren defender lo que tenemos antes de caer en las garras del pensamiento único. Pero si no actuamos pronto y cambiamos el rumbo, caeremos por el precipicio de la anarquía, del que estamos muy cerca. La Universidad vive un dilema: si no somos capaces de engendrar su transformación corremos serios peligros de una deformación que nos quite todo signo de los que universalmente son las modernas instituciones universitarias. pabloaure@hastacuando.com

Twitter: @pabloaure

www.pabloaure.blogspot.com

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