¡Hasta cuándo!
La rana en la olla ya se
cocinó
@pabloaure
Aquel cuento de la rana y la olla –la que poco a poco se le
subía la temperatura- que solíamos escuchar cuando las primeras acciones
inconstitucionales de este gobierno, no era especulación. Estábamos cual rana
dentro de una olla con agua, y nos fueron aumentando la temperatura poco a poco
para que no saltáramos. Hoy estamos inmovilizados. Muchos percibieron lo que
ocurría y lograron escapar; otros, en complicidad con los verdugos se
involucraron en la dosificación de la temperatura pensando que se salvarían.
Pero nadie sobrevivirá. Este régimen es un régimen oligárquico ya que todo el
poder lo detenta un grupo minoritario. Hoy, el madurismo y antes el chavismo.
Nada que ver con un sistema democrático. Este es un régimen que utiliza las
armas para someter al ciudadano y no para defender la soberanía nacional.
¿Cuál es la salida?
Nos hemos cansado de repetir que estamos en dictadura. Pero
la gente se cansa de escuchar siempre lo mismo, sin al menos oír recomendaciones
para enrumbarnos hacia la democracia. Millones están desilusionados y, por qué
no decirlo, desesperanzados. No crean que es sencillo enfrentarse a un monstruo
con tentáculos por todas partes, inclusive en sectores de oposición. Duele
decirlo, pero lo veo así.
Cada cierto tiempo algunos voceros mediáticos de la oposición
nos obligan a cambiar la agenda de lucha, y continuamente con el trillado
discursito de salidas electorales. Que si el referéndum revocatorio, y ahora
con las benditas elecciones regionales.
Claro que las elecciones son un derecho constitucional que nos tienen
secuestrado, pero, que se sepa, todas esas fórmulas que supuestamente serían
las salidas, no es otra cosa que la mejor opción opositora que anhelaría un
régimen del talente despótico como el que nos rige en un país donde las instituciones están a su merced. Sobre todo,
el Tribunal Supremo de Justicia y la Fuerza Armada Nacional.
Siento que para muchos connotados actores políticos no es la
preocupación por el país o por los ciudadanos lo que los motiva, sino alcanzar
ciertas posiciones para asegurarse la vida –de ellos y la de su entorno-. Eso
no es nuevo, esa descomposición comenzó desde el mismo momento en que un
político ve al ciudadano como una mercancía a la cual le puede sacar provecho.
Sea desde el gobierno o desde grupitos opositores para negociar la estabilidad
o gobernabilidad de la dictadura.
Venezuela es nuestra empresa
La única salida que vislumbro es involucrando a los
ciudadanos en los cambios. Decirles la verdad, sin chantaje ni populismo y sin
ofertas engañosas. Convencerlos de que cada ciudadano es accionista de una gran
empresa que se llama Venezuela. Que si no la ponemos a producir, nada bueno
obtendremos. Que le digamos que todos tenemos que trabajar y que quien más
trabaje tiene derecho a ganar más e invertir y/o gastar lo que gane en lo que
le provoque. Basta del chantaje de las bolsas de comida, o del “carnet de la
patria”. Escríbanlo, ese carnet dentro de poco lo pedirán hasta para respirar.
No se sorprendan cuando los que no han querido sacarlo, busquen desesperadamente
algún operativo porque se lo exigirán para cobrar un cheque o para sacar la
licencia de conducir. El populismo y el chantaje no es nuevo, eso ha sido así
desde hace muchos años, inclusive antes de la llegada de esto que han bautizado
como Socialismo del Siglo XXI. La diferencia es que antes había más decoro y
alternancia en el ejercicio del poder.
A cuenta de qué el gobierno, sea este o el que sea, le va a
regalar a alguien una casa. Nada de eso, quien quiera una casa debe comprarla o
construirla. Desde luego hay que crear y garantizar las oportunidades de
trabajo y de justicia. Cuestión que al régimen no le interesa, porque quiere
esclavos que solo coman si se portan bien.
Las universidades son vitales
para comenzar
El conformismo y la apatía no solamente la vemos en el común
del ciudadano, sino en lo que muchos catalogan como los centros elites del
conocimiento. Me refiero a las universidades. Nos hacemos sentir cuando tocan
nuestros particularísimos intereses. Bueno, ya ni con eso nos hacemos sentir.
Nos pasó como la rana en la olla. Nos arrebataron el presupuesto, las normas de
homologación y nos las pasamos reclamando limosnas. Nos suprimieron las
elecciones, y todas las autoridades tenemos el período vencido, ergo, el
régimen juega a la deslegitimación y a la ingobernabilidad.
Desde las universidades debemos fijar la pauta; por ejemplo:
declararnos en rebeldía y hacer las elecciones así estén suspendidas por una
decisión absurda e inconstitucional del TSJ.
Pero además de eso, es hora de hacernos sentir en todas
partes. Una manera sería llenar las calles con la comunidad universitaria reclamando democracia. Que se entienda bien,
no es la primera vez que lo escribo, la universidad venezolana está condenada a
muerte. De qué nos sirve tener los salones llenos de estudiantes cuando no
podemos ofrecerle lo más básico que no solamente son las condiciones de estudio
sino su preparación para una Venezuela donde funcionen las instituciones.
Cierto, en nuestras universidades, de acuerdo a los libros, la práctica y la
doctrina, y con muchísimas dificultades, formamos excelentes profesionales pero
luego se enfrentarán a una realidad distinta a lo que aprendieron. El médico no
tendrá como atender en condiciones no digo óptimas, sino mínimas a ningún
paciente, me comentan que en la CHET (Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera-
Valencia) no hay ni siquiera oxígeno. Los excelentes médicos egresados de
nuestras universidades irán a hospitales vetustos, deteriorados, sin insumos,
donde el paciente que no lleve los instrumentos, los antibióticos o la
sutura, estará condenado a muerte.
Los que están en el gobierno se oponen a cualquier forma de
lo que ellos consideran privatización, cuando en Venezuela hoy como nunca antes
la medicina está privatizada. El que no tiene seguro o no tiene recursos, de
nada le servirá ir a un centro asistencial porque no encontrará curación. Como
profesor en ejercicio activo de la docencia, y hoy, circunstancialmente
autoridad universitaria con el período vencido desde hace cinco años, no cejaré
mis esfuerzos en seguir con la obstinada tarea de hablarles claro a mis
alumnos. Hablarles de política, pedirles que se involucren en la política no
importa hacia cuál tendencia se inclinen, pero que sean los mejores ciudadanos
y que no permitan que ningún gobernante destruya el país.
Formamos excelentes profesionales, lamentablemente una
inmensa mayoría piensa en emigrar. Nuestra pasión debe enfocarse en el
fortalecimiento del sentir ciudadano. Construyamos el binomio academia y
política. Nos hizo mucho daño aquella conseja de que si eras político no podías
ser académico y viceversa.
Pablo Aure
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